Imaginemos que estamos en la década de 1940 o 1950 en Jerusalén: el sionismo triunfa y el Estado de Israel emerge y crece. Imaginemos una familia típica de judíos seculares en Jerusalén, con un padre militante socialista descendiente de un Rebe jasídico. Imaginemos ahora que el hijo de esta familia típica empieza a volver en teshuvá (acercarse nuevamente a la religión) en su adolescencia.
Imaginemos también que el adolescente siente fascinación por el jasidismo de Jabad Lubavitch (recordemos: estamos hablando de la década de 1940-50, Jabad todavía no era el actor global que es hoy). Sigamos imaginando que este muchacho se vuelve rabino y estudia física y matemática en la universidad. Imaginemos – ¿por qué no? – que el rabino, a sus 24 años, se transforma en el director más joven de un colegio en todo Israel. Ya que estamos, imaginemos que el rabino funda cuatro yeshivot y escribe sesenta libros.
Demos rienda suelta a nuestra imaginación: el rabino viaja a Moscú y funda la primera yeshivá oficial en toda la Unión Soviética. Imaginemos que el rabino recuerda cómo le costaba estudiar Talmud cuando dio sus primeros pasos y decide ayudar a estudiar a otras personas:
Imaginemos que decide emprender con un grupo de colaboradores un comentario al Tanaj y al célebre Mishné Torá de Maimónides. Imaginemos también que el rabino ve las ansias de espiritualidad de toda una generación de judíos y empieza a explicar el Tania (el libro fundamental del jasidismo de Jabad) y los cuentos de Rabi Najman (una hermosa y fascinante puerta de acceso al jasidismo de Breslov). Imaginemos que el rabino escribe una biografía sobre su amado Rebe, Menajem Mendel Schneerson. Imaginemos que el rabino fallece de neumonía a los 83 años.
A esta altura de la nota, no necesito aclararles que no hace falta que se imaginen nada. Ya sabrán que estoy hablando de una persona real: el rabino Adin Even-Israel Steinsaltz. Ganador del premio Israel en 1988, entre otros innumerables galardones. La trayectoria del rabino Steinsaltz es representativa del giro que está dando la sociedad israelí, con la ruptura del binomio seculares-religiosos y el surgimiento de un nuevo tipo de espiritualidad que podemos denominar neo-jasídica. Claro está, él hizo el giro unos 40 o 50 años antes que la sociedad. Porque la vanguardia es así, ¿vieron? Ve el futuro sin darse cuenta.
Quiero detenerme en este aspecto del rabino Steinsaltz porque normalmente los obituarios mencionan (con toda justicia) su monumental obra traduciendo y comentando el Talmud pero descuidan otra faceta: fue jasid de Jabad y sheliaj del Rebe muchos años antes que la pregunta “¿te pusiste los tefilin hoy?” sea un meme; escribió sobre jasidismo cuando no era moda y el prejuicio dictaba que eran supersticiones del shtetl; enseñó Talmud en kibutzim (¡el centro por excelencia del judaísmo laico militante!) cuando el Talmud encarnaba el judaísmo del exilio que el judío israelí promedio quería superar y dejar atrás; visitó la Unión Soviética en la época de la perestroika y ayudó a la judería soviética a ponerse en pie cuando otros miraban para otro lado.
Les decía antes que el rabino Steinsaltz tradujo y comentó el Talmud para acercarlo a todos: su idea de abrir el estudio del texto del Talmud a cualquiera – incluidas personas sin ningún compromiso con lo religioso- le ocasionó conflictos con sectores de la ultraortodoxia. Algunos consideraban que el Talmud debía ser un texto cerrado, que exija un esfuerzo sistemático para ser descifrado, no algo al alcance de la mano. No sin razón, aducían que el estudio del Talmud debe ser un encuentro en el que el lector desarrolle sus habilidades intelectuales y espirituales, y que el comentario de Steinsaltz rebajaba ese desafío.
Simultáneamente, rabinos importantes lo acusaron de mancillar el honor del Talmud por modificar el orden “tradicional” de las páginas del texto (en realidad, la paginación data de la época de la imprenta), tener un enfoque erróneo de la ley judía y su historia, dar explicaciones incorrectas de algunos pasajes del Talmud y menospreciar a los padres fundadores del pueblojudío.
Hay quien aduce que todos estos ataques encubren la verdadera motivación de sus críticos: el rabino Steinsaltz, al ser un jasid de Jabad con fuertes lazos con el sionismo religioso, pertenecía a una tradición distinta, y sus críticos no podían aceptar que alguien “del otro bando” les gane de mano. Otros pensamos (sí, me incluyo en primera persona) que se trata de un choque entre dos concepciones de la ortodoxia: una relativamente abierta al mundo moderno, la academia y la sociedad occidental; otra, relativamente más cerrada e impermeable a los cambios sociales.
Sea como sea, el Talmud Steinsaltz fue un éxito rotundo para el público al que apuntaba: judíos que antes no tenían acceso a este texto. En Israel, es muy común el uso de la edición de Steinsaltz en los colegios secundarios religiosos sionistas e incluso es posible cruzarse con judíos seculares que estudian Daf Yomi con esta edición. De hecho, y quizás paradójicamente, la ultraortodoxia terminó impulsando otra edición traducida y comentada del Talmud, la de Artscroll, que es una verdadera maravilla. Quedará para otro momento la comparación entre Steinsaltz y Artscroll pero basta decir que tener no una sino dos ediciones de todo el Talmud (¡tanto el babilónico como el de la Tierra de Israel!) traducimos, comentados y dilucidados en distintos idiomas (originalmente hebreo moderno pero luego también inglés y, parcialmente, francés, ruso y español) es un hito histórico.
Steinsaltz fue apodado el Rashi de nuestra generación, pero también acusado de hereje. Fue visto como el héroe que acercaba el judaísmo a los judíos alejados, pero también como el villano que revivía una tradición arcaica y decadente. Fue amadado y odiado, como toda la figura pública. Más amado que odiado, podría asegurar. Pero más allá de todos los apodos y polémicas, a mí me gusta pensar que siempre fue el mismo: un sheliaj fiel del último Rebe de Jabad Lubavitch.
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