Desde sus inicios, la relación de los palestinos, sus dirigentes y los libaneses fue más compleja. Tan compleja, que ni siquiera se puede saber exactamente cuántos allí viven. En el año 2017 se realizó un censo y los resultados arrojaron que 175.000 habitantes eran palestinos. Esa cifra contrasta abruptamente con las registradas por la, por lo menos polémica, UNRWA (United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East). Según este organismo de las Naciones Unidas, son en realidad 475.000. El flujo migratorio fue, en sus orígenes, similar al jordano y se inicia con el fin de la primera guerra árabe-israelí. Otra importante ola no provino desde los territorios en conflicto sino desde Jordania luego del Septiembre Negro. La realidad es que nuevamente, los palestinos eligieron mal.
El diseño del Gobierno del Líbano es tan complejo como su composición étnica y religiosa. A diferencia de la mayoría de los países del mundo árabe, donde el islam es preponderante, de acuerdo al censo mencionado anteriormente, en el Líbano hay un 30,6% de cristianos, principalmente maronitas. Al independizarse de Francia, en 1943, se establecieron reglas claras para que todas las minorías, teniendo en cuenta que ninguna de ellas es mayoritaria, puedan estar representadas en los poderes del Estado. Por ley, el presidente debe ser cristiano maronita, el Primer Ministro, musulmán sunita y el presidente del Parlamento, musulmán chiita. Esta forma de representación y las tensiones internas libanesas llevaron al país a 15 años de guerra civil. Las guerrillas palestinas, llegadas después de 1971 y la OLP misma, establecida en Beirut tras ser expulsada de Jordania, fueron parte del conflicto.
La gran cantidad de palestinos ya chocaban contra nacionalistas libaneses y principalmente contra grupos cristianos, que temían que los refugiados, en su mayoría musulmanes, alteraran el débil equilibrio religioso y demográfico de un Líbano joven y convulsionado. Estos enfrentamientos de larga data empezaron a concentrarse para mediados de la década del 70 y lograron aglutinar dos polos bien marcados. Por un lado, los palestinos junto con grupos de izquierda y apoyados por gran parte del mundo islámico y la Unión Soviética. Por el otro, grupos nacionalistas, cristianos maronitas y las propias Fuerzas Armadas Libanesas, apoyados principalmente por Estados Unidos y para el final, por Siria. El bando islamista, terminó perdiendo y los palestinos, que fueron parte fundamental de la nefasta guerra que enfrentó a libaneses con libaneses quedaron marcados como generadores de caos y destrucción.
En octubre de 1989 se firmó el “Acuerdo de Taif” a través del cual se daba fin a la guerra que había envuelto al país mediterráneo en un extendido caos por años, dejando a los palestinos sumamente debilitados y a sus milicias revolucionarias y ejércitos de fedayun desarmados y prácticamente enterrados. Por otro lado, la Primera Guerra de Israel con el Líbano, también llamada “Paz para Galilea”, terminó con la presencia de la OLP, empujándola a retirarse de Beirut y obligándola a establecerse en Túnez.
Aunque la situación de los palestinos en el Líbano nunca fue buena, tampoco mejoró con el tiempo. La mayoría de los palestinos, sin importar cuando hayan llegado ni donde residan (en ciudades o campamentos de refugiados), no poseen la ciudadanía libanesa ni ningún tipo de documento o identificación. Tampoco la obtienen los descendientes palestinos nacidos en el Líbano. Esto pone a una cantidad indeterminada de personas en un limbo legal, restringiéndoles todo tipo de derechos y beneficios, que el resto de los residentes del país tienen. Básicamente están desconectados del gobierno central y dependen exclusivamente de la UNRWA y la caridad internacional para subsistir. Existen restricciones especiales para palestinos, que les imposibilitan, por ejemplo, el acceso a cualquier tipo de trabajo profesional o calificado, salvo para poseedores de permisos especiales que por supuesto se emiten en cantidades llamativamente limitadas. La ausencia de trabajo, sumado al encierro en campamentos de refugiados devenidos en pequeñas ciudades sobrepobladas, destruidas y manejadas por pandillas hace que la vida sea dura.
Volviendo entonces a pensar en lo que no fue y podría haber sido, no podemos dejar de preguntarnos qué hubiera ocurrido con los palestinos en el Líbano si no se hubieran involucrado tan fuertemente en una guerra civil que marcó a fuego la historia del país y la vida de todos los libaneses. Ni cuál hubiera sido su suerte si los expulsados líderes de la OLP hubieran elegido otro destino para establecerse luego de su violento paso por Jordania.
En la siguiente y última parte, conoceremos como fue el paso de los palestinos por un país con una historia tan larga como turbulenta. La experiencia palestina en Irak no fue menos traumática que las comentadas anteriormente y las consecuencias, como veremos, se sufren hasta el día de hoy.
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