El heroísmo se manifiesta de varias maneras, a veces hasta de manera sorprendente.
En la Europa de la época de Hitler muchos aceptaron el reinado del terror nazi e incluso algunos colaboraron activamente con los perpetradores. Sin embargo, muchos ciudadanos comunes y corrientes arriesgaron sus vidas para salvar judíos durante el holocausto. Ayudar a los judíos no tenía recompensa o compensación alguna, a veces todo lo contrario.
En 1963 el Instituto Nacional de la memoria en Israel “Yad Vashem” creo un proyecto mundial para otorgar el titulo de “Justo entre las naciones” a los no-judíos que arriesgaron sus vidas para salvar judíos durante este periodo nefasto de la historia mundial. El fundamento de dicho reconocimiento radica en la idea de que, en un mundo de debacle moral generalizada, hubo una pequeña minoría que supo desplegar un extraordinario coraje para mantener los valores humanos en pie.
Para esto, Yad Vashem creo una comisión publica encabezada por un juez retirado de la corte suprema que se encarga de otorgar el titulo. La comisión se guía por ciertos criterios y estudia meticulosamente documentos y testimonios antes de llegar a su decisión.
Hasta el 1 de enero del año 2019 Yad Vashem reconoció a 27.362 personas cómo Justos entre las naciones. Hay algunos muy famosos como Raoul Wallenberg, Irena Sendler y lógicamente Oskar Schindler, pero no son ellos quienes hoy recibirán nuestra atención. Hoy me propongo contarles una historia desconocida para la mayoría, pero no por eso menos increíble y heroica que las demás. Conozcan a Nikolai Kisilev.
En el verano y otoño de 1942 se libraba la batalla de Stalingrado, enfrentamiento de millones de soldados que marcaría un punto de inflexión en la guerra. Unos 800 kilómetros al norte de la ciudad en guerra se desarrollaba un drama de escala mucho menor pero igualmente destacable.
Un solitario comandante partisano lideraba a un grupo de fugitivos judíos sobrevivientes de las incursiones de asesinatos alemanes en el Este, en una odisea sumamente difícil. El solitario comandante debía guiar durante una larga caminata de cientos de kilómetros a través de terreno en poder de las fuerzas alemanas con un único objetivo. Alcanzar la seguridad detrás de las líneas rusas.
Kisilev era miembro del ejército rojo. En 1941 cayo prisionero de los alemanes, pero rápidamente consiguió escapar llegando cerca de la ciudad de Minsk en Bielorrusia. En mayo de 1942, se unió a un grupo partisano llamado “Venganza” y comenzó a reunir familias e individuos judíos que se habían escapado de las incursiones nazis y estaban vagando por los bosques.
Hasta ese verano Kisilev consiguió reunir cerca de 300 hombres, la mayoría judíos incluyendo familias con niños y ancianos. En agosto recibió la orden de retirarse a la retaguardia que estaba a cientos de kilómetros al este. A pesar de no haber recibido instrucciones de evacuar a las mujeres y a los niños, Kisilev decidió por cuenta propia hacerlo bajo el imperativo de no dejar a nadie atrás. Combatientes y no combatientes, incluidos enfermos marcharían junto a él.
La gente marchaba generalmente de noche y descansaba durante el día, la larga y ardua caminata comenzaba a cobrar víctimas y enfermos, pero Kisilev, no quería dejar a nadie atrás.
En el grupo se encontraba la pareja Kremer con su hija de cuatro años que lloraba mucho por que tenia hambre. Su llanto ponía en peligro al todo el grupo hasta el punto que algunos de los propios judíos exigieron que la abandonaran en el bosque. Cuando Kisilev se enteró de esto, fue a buscar a la niña y durante parte de la marcha la cargo en sus brazos y le dio inclusive parte de su ración, la niña y los padres sobrevivieron.
La devoción de Nikolay por los judíos se puede ilustrar mejor con el caso de Shimon Khevlin, de 13 años, que se enfermo y sufrió de disentería. Producto de su enfermedad, todo el grupo tuvo que disminuir la velocidad y hubo algunos que demandaron que el niño se quedara en el bosque. La madre de Shimon dijo que no lo dejaría y pidió que ambos fueran ejecutados, que ella no dejaría solo a su hijo. Nikolay se enteró y sin dudarlo tomo a Shimon en sus brazos y lo cargo hasta que se recuperó.
Bajo el mando de Nikolay Kisilev, el grupo finalmente llego al área bajo control soviético el 25 de noviembre de ese mismo año. Mientras la batalla de Stalingrado se estaba librando Nikolay Kisilev había liderado una banda irregular de mas de 200 judíos, la mayoría de ellos no combatientes y después de dos meses y medio de una caminata de más de 500 kilómetros de distancia, había llegado a un lugar seguro.
Fue una hazaña única y singular, el había insistido que todos en su grupo, los sanos y los débiles, los jóvenes y los viejos, todos continuaran juntos. Aun cuando judíos miembros del grupo decidieron dejar a otros atrás, Nikolay Kisilev se opuso y decidió cumplir con su misión ocupándose de cada uno.
Él también sobrevivió a la guerra y vivió en Moscú hasta su muerte en 1974. Durante todo este tiempo continuo en contacto con algunos de los judíos que salvo. El 28 de septiembre de 2005, Yad Vashem reconoció a Nikolay Kisilev como “Justo entre las naciones”
Escribieron los sabios en el talmud “Quien salva una vida… es como si salvara un mundo entero…”, cuando recordemos a Nikolay Kisilev y a otros tantos Justo entre las naciones, no pensemos solo en los individuos que salvaron sino cuantos mundos perpetraron para el futuro. Tan solo pensar en todas las generaciones que se salvaron por sus heroicos esfuerzos. Médicos, músicos, escritores, bailarines, deportistas, etc…
¿Cuántos seres humanos nacieron por el heroísmo de Nikolay y de tantos otros?
No los olvidemos, ni dejemos que sean olvidados
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