Cuando decidí hacer Aliá, es decir, inmigrar a Israel, me encontraba en Argentina siendo parte de una de las grandes épocas de los movimientos transfeministas. Durante el 2018 (y como parte de un largo proceso y de años de luchas) tuve la oportunidad de pasar dos noches verdes frente al Congreso de la Nación Argentina. La primera, del 13 al 14 de junio, donde la ley para legalizar y despenalizar la interrupción legal del Embarazo (ILE) logró pasar la fase de diputados. La segunda, del 7 al 8 de agosto, donde a las 3 de la mañana nos abrazamos y refugiamos sororamente quienes allí nos encontrábamos porque lxs senadorxs no habían aprobado la ley[1].
Cuando llegué a Israel, lo hice con mis dos pañuelos verdes[2] atados a mi mochila y valijas. Una de mis mayores preocupaciones era cómo iba a poder continuar llevando a cabo la lucha feminista en un país donde parecía que algunas cosas[3] estaban resueltas. Uno de los temas centrales por los cuales yo venía saliendo a la calle en Argentina, en favor de la ILE, en Israel no era un tema. O por lo menos, eso yo creía hasta que me puse a investigar.
Desde el año 1977 la interrupción del embarazo en Israel está aprobada[4], bajo ciertas condiciones:
- Cuando la mujer es menor de edad para contraer matrimonio o ha cumplido 40 años o más.
- El embarazo es el resultado de una relación que está prohibida por la ley penal, o de una relación incestuosa o de una relación extra matrimonial (esta es la razón principal para aprobar los abortos).
- El/la niño/a puede tener una discapacidad física o mental.
- El embarazo continuado puede poner en peligro la vida de una mujer o causarle daño físico o mental. El daño psicológico también incluye el daño social cuya definición es muy flexible. De hecho, esta sección permite una amplia discreción para el comité y la aprobación de casos también sobre una base social.
La interrupción del embarazo (ILE) se realiza de acuerdo con la ley y bajo el código penal. Requiere la aprobación de un comité para la interrupción del embarazo. El comité, integrado por unx médicx obstetra o ginecólogx, unx trabajadorx social y unx tercer profesional de la salud, está autorizado para aprobar la interrupción del embarazo solo si se cumple una de las razones especificadas y siempre que se haya obtenido el consentimiento informado de la mujer para el tratamiento. Realizar un aborto sin la aprobación del comité puede constituir un delito que tiene una pena de hasta 5 años de cárcel.
Según estadísticas del Ministerio de Salud[5], la tasa de abortos en Israel es baja en comparación con la mayoría de los países europeos. En 2018, hubo 19,543 solicitudes a los comités de aborto que operan bajo la ley, y se realizaron 18,209 abortos de acuerdo con las aprobaciones de los comités, lo que representa un 93%. La tasa de abortos disminuyó en un 1% con respecto al año anterior y en un 18% desde 2010. Existen adecuaciones para niñas menores de edad, así como acuerdos con el seguro de vida social para mujeres que se hayan practicado un aborto.
La temática de Interrupcion Legal del Embarazo no es la temática principal en las marchas a las que asisto en Israel (porque sí, con el correr del tiempo y con la participación activa en espacios de mujeres lgbt+, entendí que la violencia machista y patriarcal en Israel y en Palestina, también existe).
Los reclamos principales son en relación a las múltiples violencias contra las mujeres y en protesta por femicidios (la visibilidad trans es poca), así como reclamos por mayor representación política y religiosa[6]. Por eso, para entender cuál era el status de la temática tuve que preguntarles a mujeres lgbt+ activistas. Googlié los artículos, nombres, libros y sitios que me nombraron y me encontré con que aquella situación que parecía ideal en comparación con Argentina, sufría de algunos sesgos y contradicciones, que solo una mirada transfeminista podría complejizar.
En primer lugar, la ILE se encuentra bajo el código penal, lo que implica que la práctica per se es pensada como ilegal a menos que se cumplan ciertas condiciones, al igual que en Argentina, aunque allí la condición número 1 no es tomada en cuenta.
Sumado a esto, la presentación de la práctica se hace desde un lugar de sufrimiento, de dolor y de pena. Nunca me voy a olvidar cuando en el marco de un Encuentro Nacional, escuche a una compañera decir que el aborto se entiende como una práctica de sufrimiento porque está penalizada y que eso la convierte en dolorosa. El aborto, como un deseo, debería implicar liberación y adueñación de nuestros cuerpos. Sacar al aborto de la clandestinidad es lo que va a permitir dejar de asociar aborto con sufrimiento[7].
En segundo lugar, entendí que la existencia de una Comisión es algo que muchas parlamentaristas y activistas sociales desean eliminar. Las mujeres, en Israel, tienen acceso a la ILE, pero tienen que demostrar por qué. No solo se trata de un proceso denigrante y violento por el que las mujeres tienen que pasar y que depende de la empatía de lxs médicxs/profesionales a cargo, sino que lleva a mentir. Muchas mujeres, al igual en Argentina, utilizan la razón número 4. La razón número 2, si bien es la más fácil de ser aceptada, es de las más difíciles de asumir en un país como Israel, donde la religión y la vida matrimonial tiene un peso central.
En tercer lugar y a partir del título que lleva el libro de Delilah Amir[8], El aborto como tema silenciado en Israel. Sobre una perspectiva feminista e internacional y sobre dilemas institucionales y personales, entendí que la ausencia de la temática no tiene que ver con haber alcanzado igualdad de acceso y cumplimiento del derecho, sino que es producto de las implicancias nacionalistas que la temática acuña. La ILE es una herramienta que limita el aumento de tasa de natalidad y en un país como Israel, donde gobiernan sectores de derecha conservadores que quieren buscar todas las medidas posibles para no perder la mayoría, la temática resulta inquietante. Por lo tanto, traerla a debate, puede llevar a retrocesos más que a avances.
En cuarto lugar, el acceso a la ILE en Argentina, al ser parte del sistema de Salud Pública no requiere de lx paciente presentar un documento de identidad y por lo tanto, alguien que no posee ciudadanía puede acceder a los servicios. Por el contrario, en Israel, la ILE es garantizada por el seguro social, al que en Israel todx ciudadanx accede. En ese sentido, me queda abierta la pregunta sobre qué acontence en casos donde la persona gestante no tiene documento de identidad, como es el caso de mujeres beduinas o palestinas. (Invito a quien conozca mejor de la temática a indicarme lecturas y argumentos. Entiendo igualmente, que las identidades recientemente nombradas se encuentran en una situación de opresión más aguda que mujeres judías ashkenazíes/blancas)
Un quinto punto que me propongo pensar es cuán incorporado está la perspectiva lgbt+ dentro de esta ley, es decir, si bien yo hablo de personas gestantes, ¿la ley israelí, reconoce cuerpxs que no sean femeninos al momento de poner en acción la ley en cuestión?
Entiendo que este artículo puede traer más dudas, preguntas e incertidumbres, que certezas. En lo personal, me abre un mundo de artículos, libros, organizaciones y personas, que me propongo explorar (y por qué no, para en un futuro escribir otra nota, que abrirá a nuevos y más profundos dilemas). Sin embargo, algo queda claro y es que alcanzar la despenalización y legalización de la interrupción legal del embarazo no se trata solo de aprobar una ley, que es mucho y marca un antes y un después, sino de seguir luchando para defender su existencia y para que sea más inclusiva, acomodándose a las demandas que la comunidad de mujeres y lgbt+ vamos conquistando. Como dijo una profesora, en una clase sobre epistemología feminista, tenemos que estar muy atentas en cada una de las palabras que usamos, en cada lucha que damos, porque todo puede ser usado en nuestra contra. Mientras tanto, seguiremos luchando para que cada ley esté arraigada en personas deseantes de carne y hueso
¡Será Ley!
y será transfeminista.
Citas al pie
[1] En Argentina la historia sobre la penalización, despenalización y legalización del aborto, luego llamada interrupción del embarazo, se remite al año 1886 con la sanción del primer Código Penal, en el cual se penalizan todos los casos de aborto sin excepción alguna. En el año 1921 se realiza una reforma del Código y se establecen los casos en los que no se debe penar la interrupción del embarazo: cuando se practica con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la mujer, cuando se interrumpe un embarazo fruto de una violación o de un atentado contra el pudor cometido sobre una mujer idiota o demente. En 2012, la Corte Suprema se pronuncia con el fallo “F.A.L” sobre el aborto por violación y resuelve que las mujeres violadas, pueden interrumpir un embarazo sin autorización judicial previa ni temor a sufrir una posterior sanción penal, eximiendo de castigo al médico que practique la intervención. Según el fallo, sólo es necesario una declaración jurada que deje constancia del delito del que fue víctima la persona que quiera interrumpir el embarazo. Finalmente el Protocolo para la Atención Integral de las Personas con Derecho a la Interrupción Legal del Embarazo (Protocolo ILE) desarrollado por el Ministerio de Salud de la Nación en 2015, retoma los lineamientos del fallo “F.A.L” y agrega consideraciones en cuanto al concepto de salud, incorporando los aspecto físicos, psíquicos y sociales y aclara que el peligro de la salud puede ser potencial. Hacer click aqui para leer mas.
[2] Los pañuelos verdes son el símbolo que representa a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto legal, seguro y gratuito en Argentina. Esta campaña sienta sus bases entre los años 2003 y 2004 y se formaliza hacia el año 2005 bajo el lema: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. La Campaña es una amplia y diversa alianza federal, que articula y recupera parte de la historia de las luchas desarrolladas en nuestro país en pos del derecho al aborto legal, seguro y gratuito. En el año 2006 presentaron por primera vez el Proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo elaborado colectivamente, que hasta el 2020 ha sido presentado unas siete veces. El martes 17 de noviembre del año 2020, el presidente Alberto Fernández anunció el envío del proyecto de Interrupción Legal del Embarazo al Congreso Nacional que el dia 11/12/2020 obtuvo media sancion en la Camara de diputados y el 29/12 se discute en la Camara de Senadores. Hacer click aqui para ver el proyecto de ley.
[3] Existe una sensación de que caminar por Israel de noche, siendo mujer, es más seguro. También existe la idea de que este un país donde hay mayor igualdad entre hombres y mujeres. Con el correr del tiempo y el avance de mis estudios (los cuales son marginales dentro de la Academia Israelí y la mayor parte de la población no sabe de qué se trata) así como el involucramiento en organizaciones sociales feministas y la complejización de mi posición de inmigrante judía blanca privilegiada, tuve acceso a información y experiencias de desigualdad de género en Israel. Para más información hacer click aqui:
[4] Sobre la historia de la interrupción del embarazo en Israel y las reacciones sociales frente al tema, recomiendo leer el artículo de Rebeca Steinfeld:
[5] Estadisticas del Ministerio de Salud deIsrael
[6] El 1/6/2020 se realizó en Tel Aviv un acto en contra de la violencia hacia las mujeres que se vio incrementada desde el inicio de la pandemia por CoronaVirus. El acto, realizado bajo protócolos fijados por el Ministerio de Salud y la Municipalidad de Tel Aviv, reunió a miles de mujeres durante más de dos horas, donde mujeres representantes de distintos sectores de la sociedad, tuvieron la palabra: https://www.timesofisrael.com/thousands-rally-in-tel-aviv-against-violence-towards-women/
[7] Me limito a hablar al dolor social. No he practicado ningún aborto así como no he acompañado ninguno. No puedo entender lo que implica el proceso. Mi intensión en este punto es aportar una mirada social de cómo una práctica jurídico-legal está arraigada en la subjetividad del dolor.
[8]Delilah Amir es doctorada en Sociología de la Universidad de Tel Aviv; Activista feminista y una de las fundadoras del campo de los estudios de género y mujeres en Israel.
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