Alguien le entrega una bandera de Israel y él no duda en ondearla bien alto. Es el 16 de octubre, faltan solo 6 días para las elecciones presidenciales de Argentina y al libertario Javier Milei lo siguen miles de personas en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. Es uno de sus últimos actos como candidato y su imagen portando la bandera con la estrella de David recorre las redes sociales primero y las tapas de los diarios del día siguiente.
Tras una ajustada elección y ganar una segunda vuelta electoral a fines de noviembre, Javier Milei asume la presidencia argentina con una agenda ultraliberal, aunque sea en el discurso, y una prioridad compartida por todo el país: mejorar los índices económicos y sobre todo bajar la inflación. Su agenda internacional se encuentra definida desde el día 1 de campaña: alinearse junto a Estados Unidos e Israel.
A Milei se lo puede definir como un caudillo populista de derecha, al igual que al expresidente de Brasil Jair Bolsonaro. Ambos considerados outsiders de la política, uno de los ejes de campaña de Bolsonaro también había sido su apoyo incondicional a Israel. En ambos casos el acercamiento al estado judío puede considerase una cuestión de fe: Milei por el lado judío, Bolsonaro por el evangélico. Como exmilitar, la admiración de Bolsonaro roza lo estrictamente bélico (en más de una ocasión pudimos ver a sus hijos con remeras del ejército israelí), mientras que siendo economista Milei admira las políticas liberales del Estado Judío, sobre todo su victoria frente a la inflación en los años 80.
En la llamada entre Netanyahu y Milei, el primero le pidió la “prueba de amor” que Israel exige a sus amistades cercanas: mover la embajada a Jerusalem. Por ahora la respuesta fue positiva y todo parece indicar que Milei seguirá el camino de Donald Trump: realizar el traslado y además asignar a una persona de plena confianza a cargo de la embajada. Según afirma hoy la prensa de la comunidad judía argentina, esta responsabilidad caería sobre el rabino de confianza del nuevo presidente.
La pregunta entonces es qué tiene Argentina para ofrecerle a Israel fuera de lo simbólico. Dado el contexto actual, se vislumbran dos campos de acción. El primero es el del voto incondicional en la ONU: desde el 2024 no sería raro ver a Argentina votar junto a Estados Unidos y las Islas Marshall. En cuanto a comercio, probablemente la exportación de carne kasher de Argentina a Israel crezca, pero más por razones de mercado (levantamiento de las restricciones para exportar carne vacuna) que por lineamientos de política internacional. Sin duda comenzaremos a observar más y más delegaciones técnicas argentinas llegando a Israel, en parte movilizadas por el protagonismo que Milei le dará, y también porque desde el 2024 una foto en Jerusalem significará ganarse su favor.
El 27 de noviembre el expresidente argentino Mauricio Macri, hoy aliado de Milei en el gobierno, publicó en su cuenta de X un agradecimiento al emir de Catar por “comprometerse en la liberación de todos los rehenes en Gaza, en especial los argentinos”. La nueva legitimidad de Argentina hacia Israel sumado a su histórica tercera posición y cercanía a los países árabes podría posicionar al país como un nuevo mediador en conflictos regionales.
Existe un riesgo del lineamiento incondicional de Argentina: que el apoyo a Israel pase a ser una política partidaria. El gobierno peronista de Alberto Fernández no tiene fama de ser el mejor amigo de Jerusalem, pero lo cierto es que durante muchos momentos de su gobierno la relación fue muy buena, comenzando por la designación de un embajador político (un gesto de cercanía, aunque luego haya caído en desgracia) y sin olvidarnos que la primera visita oficial de Fernández fue a Israel. Para muestra tenemos dos ejemplos: nuevamente Brasil, y Estados Unidos. En el vecino de Argentina, el bolsonarismo hizo del apoyo a Israel parte de su identidad a tal punto que este nuevo gobierno de Lula toma una postura mucho más propalestina que el anterior. En cambio, en Estados Unidos donde parecía que el fenómeno sería similar, Joe Biden demostró que puede ser un aliado más incondicional aún que su antecesor, en especial desde el último 7 de octubre.
Sin duda alguna el apoyo argentino incondicional a Israel será importante, sobre todo siendo este uno de los países con comunidad argentina más grande del mundo, pero difícil que pase de lo simbólico. Sea como sea, ese plano para Israel también es fundamental.
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