Escribo estas oraciones frente a mi notebook, un mate y la biografía de Menajem Beguin escrita por Sasson Sofer. El placer de leer un recorrido histórico-político y narrativo de un personaje del pasado se logra cuando desde nuestro presente podemos penetrar en las vivencias de aquellos que han luchado por los ideales que uno tiene, en este caso de los grandes líderes de la gesta sionista.
Pienso que, el sionismo, producto de una agresión existencial presente en los marcos intelectuales, se olvida muchas veces de la humanidad de sus figuras y precisamente de sus contradicciones y falibilidad.
Siempre creí que no hay peor error que el Pueblo Judío se atribuya la característica de “pueblo elegido”. No somos elegidos mas en todo caso tenemos una misión distinta en esta tierra que es la de Tikun Olam. Muchas veces, argumentando nuestra “elección metafísica”, nuestra “conexión íntima con Dios” caemos en una profunda soberbia y en una creencia de que somos infalibles y que tenemos derecho a hacer todo lo que queramos sin consecuencias y sin castigos o reproches. El sionismo, tanto de izquierda como de derecha, cae en fanatismos o en idealizaciones que lo único que hacen es reproducir slogans que carecen de realidad.
Cito un ejemplo. En la escuela la figura de Itzjak Rabin es asociada casi intuitivamente a “Shir la Shalom”, como si su vida política en el Estado de Israel fuera solamente los Acuerdos de Oslo y su vida fuera la quintaesencia de la paz. Alguno podría afirmar, con toda justeza, que dicho hecho es producto del lamentable asesinato por parte de un extremista judío en oposición a lo firmado con Arafat. Es razonable pero yo me pregunto: Porque no se hace hincapié en la fase militar de Rabin, en su abierta postura militarista en años anteriores en Israel. Recortar la realidad construye mitificaciones y mitificar conduce a la ceguera intelectual.
Otro ejemplo es el de Beguin. Se dice que era el heredero de Jabotinsky y sin embargo Sofer demuestra en su biografía que lejos de acordar en lo amplio, el fundador del Sionismo Revisionista y el futuro líder del Irgún tenía posiciones en muchos casos inconciliables y opuestas. Como expresión de dicha oposición estaba la vocación de ofensiva abierta contra los británicos que pregonaba Beguin frente al espíritu legionario de Jabotinsky más orientado a lo defensivo contra los ataques aŕabes y una orientación más filo-británica. Debo admitir que hasta leer el libro de Sofer caía en la unión existencial y continuada entre Jabotinsky y Beguin.
La historia está compuesta de hombres y mujeres que no son Dios aunque hasta el hartazgo muchos han pretendido atribuirse una conexión divina y una imposibilidad de estar equivocados. El Siglo XX quizás es la representación extremizada de los personalismos totalitarios. Tiendo a pensar que en toda interpretación, sin renunciar a nuestros ideales normativos profundos, tenemos que tratar de enfocarnos en tomar con “pinzas” las construcciones ideales de los actores de la historia. Ni Beguin fue siempre un belicista ni Rabin fue siempre un pacifista y viceversa. Así con todos los grandes líderes de la historia del sionismo.
Lamentablemente mis aspiraciones no están desarrolladas en la práctica ya que en más de una ocasión me ha tocado presenciar escenas de odio gratuito en círculos sionistas donde X persona de izquierda ataca al de derecha y luego en otros lados el X de derecha dice que el de izquierda es tal cosa, en ambos casos con adjetivaciones peyorativas y agresivas. Sin embargo, hace poco tiempo presencié un encuentro entre Tnuot, desde Betar hasta Hashomer Hatzair, pasando por otras presentes en el lugar donde imperó un clima de pluralismo y quien suscribe estas palabras tuvo el honor de dar una charla sobre Hasbará donde se llegaron a más consensos del que a priori se pensaba.
Vuelvo sobre un concepto que enuncié al principio. No somos pocos los que hemos vivenciado en círculos intelectuales o universitarios el abierto antisionismo. Dentro de algunos sectores de la izquierda política el odio a Israel es como la arena en el desierto; una característica esencial. De hecho, en el encuentro con las tnuot, un miembro de Hashomer me mencionó con tristeza no poder encontrar una representación política de izquierda en Argentina que no sea antisionista, en obvia crítica al Frente de Izquierda. Enzo Traverso escribe en El Final de la Modernidad Judía que el apoyo a Israel se convirtió en una quintaesencia del Occidente liberal. Es cierto que en un campo de la macropolítica, muchos Estados occidentales apoyan a Israel pero no se observa dicha tendencia en el campo intelectual. Por todo esto, conocer los defectos del sionismo nos fortalece en nuestra defensa del Estado de Israel.
Errar a veces suele ser humano. El sionismo es un producto de la humanidad y como tal, no está exento de fallas. Hoy en día el Estado de Israel está atravesado por disputas y contradicciones. Escribir todo esto no me hace renunciar a mi convicción sionista. En mi caso particular adscribo a las líneas del sionismo revisionista de Jabotinsky y lógicamente tengo diferencias con el sionismo socialista pero en ningún caso me atrevería a decir que un Rabin o un Peres no eran sionistas. O mismo cuando señalé en espacios “de derecha” que Netanyahu había cometido el mismo error de Ben Gurion de atribuirse la representación única de ISRAEL en mayúsculas, lo hice porque aun en mi propio espectro ideológico sigo siendo un libre-pensador.
Quizás propongo un sueño pero el sionismo nos acostumbró a que los sueños se hagan realidad.
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